Desaprender para volver a pensar
Vivimos en un tiempo donde la información abunda, pero el pensamiento escasea. Cada día nos inundan datos, opiniones, tendencias, y sin embargo, cuesta más distinguir qué es realmente propio y qué simplemente repetimos.
Hemos confundido saber con acumular, y opinar con comprender. Quizás la revolución más necesaria hoy no sea tecnológica, sino mental. Desaprender: esa palabra incómoda, pero liberadora.
Cuestionar las certezas que nos habitan
Desaprender no es borrar lo aprendido, sino mirarlo con nuevos ojos. Es reconocer que muchas de nuestras convicciones fueron heredadas, impuestas o copiadas sin querer. Es tener el coraje de admitir que algo que defendíamos con pasión, quizá no era tan cierto.
Desde pequeños nos llenaron la mente de fórmulas sobre cómo debía ser la vida: qué era el éxito, el amor, la belleza, la felicidad. Luego llegaron las redes sociales a reforzarlo con un algoritmo que premia lo que se repite, no lo que se cuestiona. Y así, sin notarlo, empezamos a vivir dentro de una cámara de eco, escuchando siempre versiones distintas de la misma idea.
El costo de la prisa digital
La cultura digital nos dio voz, pero también prisa. Nos enseñó a reaccionar antes de pensar. A consumir conocimiento como si fuera contenido. A sentirnos informados con titulares, indignados con memes y sabios con frases motivacionales.
Pero pensar —pensar de verdad— requiere pausa, silencio, y la humildad de aceptar que no tenemos todas las respuestas.
El ejercicio incómodo del desaprendizaje
Desaprender es ese ejercicio incómodo de revisar lo que creemos incuestionable:
- ¿De dónde vienen mis ideas? ¿Son mías, o solo repetí lo que escuché en casa, en la escuela o en mi burbuja digital?
- ¿A quién le sirven? ¿Mis creencias me liberan o me encierran? ¿Me permiten crecer o solo defenderme?
- ¿Qué tan dispuesto estoy a cambiarlas? El conocimiento verdadero no teme a la contradicción; se fortalece con ella.
No es un proceso suave. Duele. Mueve. Desarma. Pero también abre espacio: cuando soltamos certezas, recuperamos la posibilidad de aprender otra vez. Nos vaciamos para mirar el mundo con curiosidad nueva, sin filtros, sin manuales, sin miedo a cambiar de opinión.
Quizás el primer paso sea simple: hacer silencio. Apagar un rato el ruido digital, leer lo que incomoda, conversar con quien no piensa igual. Dejar de defender posturas y empezar a hacer preguntas.
Porque desaprender es la decisión consciente de no seguir en automático. De volver a pensar por cuenta propia.
Y tal vez, solo tal vez, ahí empiece algo parecido a la libertad.
© Copyright: Natalia Jaimes
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